Desmintiendo mitos: Cambiar a energía renovable es complicado y caro
¿Instalar energías renovables es complejo y caro?
La transición de un sistema energético basado en energías renovables supone una serie de retos que nos son para nada desdeñables y en parte han sido la razón por la que el gran paso haya tardado en darse. Sin embargo, esta percepción está cada vez más alejada de la realidad.
Los avances tecnológicos y la economía de escala han simplificado enormemente la instalación de sistemas renovables, especialmente en el ámbito solar y eólico. Hoy en día, los paneles solares pueden instalarse en cuestión de horas o pocos días, sin necesidad de grandes modificaciones en la infraestructura.
Además, si bien la inversión inicial puede parecer elevada, los precios han caído drásticamente en la última década. Tecnologías como la energía solar fotovoltaica y la eólica terrestre han experimentado una reducción de costes que las ha hecho más competitivas que los combustibles fósiles en muchos mercados. A esto se suman incentivos fiscales, subvenciones y mecanismos como el autoconsumo con compensación de excedentes, que permiten recuperar la inversión en pocos años.
A nivel doméstico e industrial los beneficios económicos no están solamente en el ahorro en la factura eléctrica. Al generar su propia energía, los consumidores se protegen de la volatilidad del precio de la electricidad y permite cierta independencia energética.
Empresas y particulares que han optado por la energía renovable han visto cómo su inversión les ha permitido reducir su dependencia de las grandes compañías eléctricas y mejorar su estabilidad financiera a largo plazo.
Por lo tanto, lejos de ser un proceso complejo y prohibitivo, la transición a energías renovables es cada vez más sencilla y accesible, representando no solo un beneficio ambiental, sino también una decisión económica inteligente.
Mito 1: La energía renovable es más cara que la energía convencional
Durante años, se ha sostenido la idea de que las energías renovables son una alternativa cara en comparación con los combustibles fósiles. Sin embargo, esta afirmación podía ser cierta hace ya unos lustros. A día de hoy con el avance tecnológico y la economía de escala podemos descartar totalmente esta afirmación.
Las tecnologías renovables, especialmente la solar fotovoltaica y la eólica, han experimentado una drástica reducción de costes en las últimas décadas. La producción en masa, las mejoras en eficiencia y la optimización en la cadena de suministro han permitido que el precio de los paneles solares y aerogeneradores haya caído hasta un 90% en algunos casos en comparación con hace 15 años.
Hoy en día, salvo en contadas regiones del mundo donde el petróleo se les cae de las manos, producir electricidad con fuentes renovables es más barato que hacerlo con carbón, gas o petróleo.
Si analizamos el Costo Nivelado de la Energía (LCOE, por sus siglas en inglés), que mide cuánto cuesta producir cada unidad de energía durante toda la vida útil de una instalación, encontramos que las renovables son, en la mayoría de los casos, la opción más rentable.
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Las plantas solares y eólicas tienen costes de operación mínimos, ya que no dependen de la compra de combustibles como el gas o el carbón, cuyos precios son volátiles y han experimentado aumentos significativos en los últimos años.
A nivel empresarial y doméstico, la inversión en energías renovables se traduce en beneficios económicos a medio y largo plazo. No solo permiten reducir la factura eléctrica mediante el autoconsumo, sino que también protegen a los consumidores de tarifas abusivas de algunas comercializadoras y de los vaivenes del mercado.
En países con tarifas eléctricas elevadas, la instalación de paneles solares puede amortizarse en menos de 5 años, generando ahorros durante décadas, ya que la vida útil garantizada de los equipos está por encima de los 25 años hoy en día.
Por lo tanto, lejos de ser una opción más cara, la energía renovable se ha consolidado como la alternativa más económica y sostenible para el futuro del sistema eléctrico.
Mito 2: La instalación de sistemas de energía renovable es complicada y requiere mucho mantenimiento
Existe la percepción de que instalar energías renovables es un proceso complejo, largo y que implica múltiples trámites burocráticos. Tampoco podemos decir que sea comprar los equipos, conectar y disfrutar porque estaríamos mintiéndoos. Pero de complejo no tiene demasiado, aunque la burocracia en España, por ejemplo, nos lo ponga difícil en ocasiones.
El boom del autoconsumo permitió a muchas empresas entrar en el sector y, como en todo mercado competitivo, ha forzado a que las empresas sean meticulosas a la hora de desarrollar los proyectos. Además, las propias administraciones y compañías eléctricas han tenido que adaptarse y agilizar los trámites para absorber toda a demanda.
En el caso de la energía solar fotovoltaica, los paneles pueden instalarse en cuestión de horas o pocos días, dependiendo del tamaño del sistema. No requieren modificaciones estructurales significativas y pueden colocarse en tejados, cubiertas industriales o incluso en el suelo con estructuras adaptadas. Empresas especializadas ofrecen soluciones llave en mano, encargándose de todo el proceso, desde el diseño hasta la conexión a la red.

Los aerogeneradores modernos, aunque requieren una planificación más detallada, también han evolucionado hacia sistemas más eficientes y modulares, facilitando su implementación en parques eólicos terrestres y marinos. También tenemos los casos de minieólica, que son muy sencillos de implementar aunque es una solución que se ve poco hoy en día.
Además, gracias a las herramientas digitales y al análisis de datos en tiempo real, es más sencillo optimizar su rendimiento y detectar cualquier posible fallo antes de que se convierta en un problema. Con herramientas como Hello Watt puedes comparar las opciones disponibles y reducir tu gasto energético.
Otro de los grandes mitos es que estas tecnologías requieren un mantenimiento constante y con elevados costes. Lo cierto es que los sistemas renovables tienen una vida útil prolongada y demandan una supervisión mínima. Los paneles solares, por ejemplo, no tienen partes móviles, lo que reduce enormemente la necesidad de mantenimiento. Con una limpieza periódica para evitar la acumulación de polvo o suciedad, pueden operar eficientemente durante más de 25 años.
En el caso de los aerogeneradores, aunque su mantenimiento es más técnico, las revisiones periódicas y los sistemas de monitoreo predictivo permiten detectar desgastes y actuar antes de que se produzcan averías.
En definitiva, instalar y operar energías renovables no es un proceso para nada complicado ni requiere grandes esfuerzos de mantenimiento. Por el contrario, son sistemas diseñados para ofrecer máxima eficiencia con intervención mínima, lo que refuerza aún más su viabilidad como fuente de energía para el presente y el futuro.
Mito 3: Las energías renovables no pueden satisfacer la demanda energética actual
Una de las dudas más recurrentes sobre la transición energética es si las energías renovables son capaces de cubrir toda la demanda energética de un país.
Tradicionalmente, se ha considerado que fuentes como la solar y la eólica son insuficientes debido a su naturaleza intermitente. Y no podemos hacer demagogia, el tener un mix energético 100% renovable es uno de los retos del siglo y es probable que muchos de nosotros no lo vivamos y siempre quedarán tecnologías fósiles marginales. Pero ser viable tecnológicamente, lo es categóricamente.
Hoy en día, numerosos países y regiones están demostrando que un sistema eléctrico basado mayoritariamente en renovables no solo es posible, sino que es más eficiente y rentable. En lugares como Islandia, Noruega y Costa Rica, las energías renovables cubren casi el 100% de su demanda eléctrica, aprovechando recursos como la geotermia, la hidráulica y la eólica. Alemania y España, por su parte, han alcanzado picos de producción renovable superiores al 80% en determinados momentos del año.
Ahora bien, debemos recordar que el consumo eléctrico mundial es alrededor del 25% del consumo total de energía primaria. Por lo tanto, aunque la electrificación mejorará la eficiencia y reducirá el consumo per cápita de energía primaria, hacer la transición del consumo fósil a soluciones electrificadas alimentadas por energías renovables o el uso gases renovables alternativos es un gran reto. No obstante, hoy en día no hay un consumo energético en la faz de la tierra que no se pueda plantear su sustitución por una opción renovable.
En cuanto a la producción eléctrica, uno de los pilares clave para garantizar un suministro estable es la integración de sistemas de almacenamiento de energía. Tecnologías como las baterías de ion-litio, el almacenamiento por bombeo hidráulico o incluso los sistemas de aire comprimido permiten almacenar excedentes de producción renovable para su uso en momentos de baja generación. Esto minimiza la dependencia de fuentes fósiles y contribuye a la estabilidad de la red.
Además, el desarrollo de redes inteligentes (smart grids) está optimizando la distribución y el consumo de electricidad, adaptándose en tiempo real a la oferta y la demanda. Estas redes permiten gestionar el flujo energético de manera eficiente, priorizando el uso de renovables cuando están disponibles y equilibrando el sistema con almacenamiento y generación flexible cuando es necesario.
Por lo tanto, el argumento de que las energías renovables no pueden abastecer completamente nuestras necesidades energéticas se está desmoronando. No solo es técnicamente viable, sino que cada vez más países están dando el paso, demostrando que un sistema basado en renovables puede ser seguro, fiable y económicamente competitivo.
Mito 4: La transición a energías renovables implica una pérdida de empleos en el sector energético
Uno de los argumentos más utilizados en contra de la transición energética es la supuesta destrucción de empleo en el sector tradicional de los combustibles fósiles. Y aunque es cierto que el cierre progresivo de minas de carbón, centrales térmicas y otras infraestructuras contaminantes ha impactado en determinados empleos y en territorios cuyo músculo económico es ha generado en este sector, la realidad es que la transición renovable está generando más oportunidades laborales de las que está eliminando.
El sector de las energías renovables ya emplea a millones de personas en todo el mundo, con un crecimiento exponencial en las últimas décadas. La instalación, operación y mantenimiento de parques eólicos, plantas solares y sistemas de almacenamiento requieren una gran cantidad de trabajadores especializados. Además, la fabricación de componentes como paneles solares, aerogeneradores y baterías también impulsa la creación de empleo en sectores industriales y tecnológicos.
Si comparamos la cantidad de empleos generados, las energías renovables superan con creces a los combustibles fósiles. Por cada megavatio instalado, las renovables requieren más mano de obra que las tecnologías convencionales, lo que se traduce en una mayor demanda de trabajadores en múltiples niveles de cualificación.
Además, los gobiernos y las empresas están invirtiendo en programas de formación y reconversión profesional para que los trabajadores del sector energético tradicional puedan adaptarse a esta nueva realidad. Ingenieros, técnicos y operarios de centrales térmicas pueden reorientar su experiencia hacia las renovables, garantizando una transición justa y sin dejar a nadie atrás.
Por tanto, lejos de suponer una crisis de empleo, la transición energética representa una oportunidad para modernizar el mercado laboral y crear una economía más sostenible y competitiva.
Beneficios adicionales de adoptar energías renovables
Más allá de los argumentos económicos y laborales, la adopción de energías renovables conlleva una serie de ventajas adicionales que refuerzan la necesidad de acelerar esta transición.
Uno de los principales beneficios es la reducción de la dependencia de combustibles fósiles importados. Países que dependen en gran medida de la importación de gas, petróleo o carbón se ven afectados por la volatilidad de los precios y las tensiones geopolíticas. Con una matriz energética basada en renovables, es posible reducir esta dependencia, aumentando la seguridad y la soberanía energética.
Otro factor clave es la mejora de la calidad del aire y sus beneficios para la salud pública. La quema de combustibles fósiles genera emisiones contaminantes que provocan enfermedades respiratorias y cardiovasculares. La sustitución progresiva de estas fuentes por tecnologías limpias reduce significativamente la contaminación atmosférica, mejorando la calidad de vida de la población.
Por último, las energías renovables ofrecen una mayor estabilidad en los precios de la electricidad a largo plazo. A diferencia del gas o el petróleo, cuyo coste fluctúa en función del mercado internacional, el sol y el viento son recursos gratuitos y abundantes. Esto permite reducir la exposición a crisis energéticas y estabilizar los costes de producción eléctrica, beneficiando tanto a consumidores como a empresas.
La transición a energías renovables no solo es viable y necesaria, sino que representa una oportunidad única para construir un futuro más sostenible, justo y seguro para todos. Si aún tienes dudas sobre cómo dar el paso a la energía renovable y qué opciones hay en el mercado, puedes Saber más y encontrar la información que necesitas.