Fuentes de energía
¿Qué es una fuente de energía?
Una fuente de energía es un recurso o tecnología capaz de generar energía en forma de electricidad, calor o movimiento, esencial para el funcionamiento de actividades en hogares, industrias y transporte. Las fuentes de energía son fundamentales en la sociedad moderna, ya que permiten el desarrollo económico y el bienestar social.
Existen tres formas principales de clasificar las fuentes de energía. La primera clasificación es según el tipo de energía que representan en su ciclo de uso, dividiéndose en energía primaria, secundaria y final. La energía primaria es la que se encuentra en la naturaleza de forma directa, como el sol o el carbón. La energía secundaria es la que resulta de transformar una fuente primaria, como sucede al generar electricidad a partir de carbón o gas natural. Finalmente, la energía final es la que llega al consumidor lista para su uso, como la electricidad que llega a los hogares o el combustible en una gasolinera.
La segunda clasificación distingue entre energías renovables y no renovables, dependiendo de su disponibilidad y sostenibilidad. Las energías renovables se regeneran de manera natural y continua, como el sol, el viento o la biomasa, y suelen tener un impacto ambiental reducido. Las energías no renovables, en cambio, son aquellas que existen en cantidades limitadas y generan emisiones contaminantes cuando se utilizan, como el carbón, el petróleo y el gas natural.
Finalmente, también es común clasificar las fuentes de energía en emisoras de CO₂ y no emisoras. Las fuentes emisoras de CO₂ incluyen principalmente a los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas natural, que al quemarse liberan dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Las fuentes no emisoras de CO₂ incluyen tanto a las renovables (solar, eólica, hidroeléctrica) como a la energía nuclear. Aunque la energía nuclear no es renovable debido a su dependencia del uranio, es considerada una fuente no emisora porque no genera CO₂ en su proceso de generación de electricidad. Esta clasificación es relevante en el contexto de la lucha contra el cambio climático y el cumplimiento de los objetivos de reducción de emisiones.
Comprender estas tres clasificaciones es esencial para analizar cómo se produce, transforma y consume la energía, así como para evaluar el impacto ambiental de cada tipo de fuente y los objetivos de sostenibilidad en la transición energética.
Fuentes de energía primaria, secundaria y final
La energía que utilizamos a diario pasa por varias etapas y transformaciones desde su origen hasta que llega al consumidor final, lista para ser utilizada. Esta cadena de transformación se clasifica en tres tipos: energía primaria, secundaria y final. Entender estas clasificaciones es clave para interpretar las estadísticas energéticas y el impacto de cada fuente de energía en términos de eficiencia y sostenibilidad.
Energía primaria
La energía primaria es aquella que se encuentra en la naturaleza y puede aprovecharse directamente sin necesidad de transformación inicial. Es el punto de partida de toda la cadena energética. Ejemplos de energía primaria son el petróleo, el carbón, el gas natural, la radiación solar, el viento y el agua en movimiento (como ríos o embalses que producen energía hidráulica).
Es importante distinguir entre energías primarias renovables y no renovables. Las fuentes renovables, como el sol y el viento, son prácticamente inagotables y se regeneran de forma continua, lo que significa que pueden proporcionar energía primaria de forma sostenible. Las fuentes no renovables, como los combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas natural), están limitadas y su consumo implica la emisión de gases contaminantes que contribuyen al cambio climático. Además, estas fuentes no renovables tienen un coste medioambiental elevado debido a la extracción, procesamiento y transporte necesarios antes de que puedan ser utilizadas como energía.
Energía secundaria
La energía secundaria es el resultado de transformar una fuente de energía primaria. Este proceso de conversión es necesario en la mayoría de las fuentes de energía primaria, especialmente las no renovables, para hacer la energía utilizable en una forma que pueda distribuirse y consumirse. Por ejemplo, la electricidad es una forma de energía secundaria que se genera a partir de varias fuentes primarias como el carbón, el gas natural, la energía nuclear, la solar y la eólica.
En el caso de los combustibles fósiles, la transformación de energía primaria a energía secundaria implica procesos de combustión y generación que, debido a la baja eficiencia energética, resultan en una pérdida significativa de energía. Por ejemplo, en una planta de generación eléctrica a base de carbón, una gran parte de la energía contenida en el carbón se pierde en forma de calor durante el proceso de combustión, por lo que la energía secundaria (electricidad generada) representa solo una fracción de la energía primaria contenida en el carbón.
Las fuentes renovables, en cambio, como el sol y el viento, permiten generar energía secundaria (electricidad) de forma mucho más eficiente y con menos pérdidas en comparación con los combustibles fósiles. En una planta solar fotovoltaica, por ejemplo, gran parte de la energía solar capturada se convierte en electricidad sin las pérdidas asociadas a la combustión, lo que significa que una mayor proporción de la energía primaria (radiación solar) se convierte en energía secundaria útil.
Energía final
La energía final es la energía que llega al usuario final lista para ser consumida después de haber pasado por procesos de transformación, distribución e incluso almacenamiento. Es la energía tal como se encuentra en el enchufe de un hogar, el combustible en una estación de servicio o el gas en un sistema de calefacción. La energía final es la que realmente se aprovecha para uso cotidiano, y su disponibilidad y eficiencia determinan el coste y el impacto ambiental de la energía que consumimos.
La relación entre energía primaria, secundaria y final es importante para entender las estadísticas energéticas y el impacto de cada tipo de fuente en el sistema. En el caso de los combustibles fósiles, aunque contienen mucha energía primaria, las pérdidas en cada etapa (extracción, transformación, transporte y consumo) son muy altas. Esto significa que la cantidad de energía final que llega al usuario es solo una fracción de la energía primaria inicial. En cambio, las energías renovables, como la solar y la eólica, ofrecen una mayor eficiencia en la conversión de energía primaria a final, ya que los procesos de transformación y distribución son más directos y conllevan menos pérdidas.
Por ejemplo, en una planta solar, la radiación solar (energía primaria) se convierte directamente en electricidad (energía secundaria), y esta llega al consumidor como energía final sin pérdidas significativas en el proceso. Esto hace que las energías renovables no solo sean sostenibles en términos de recursos, sino también mucho más eficientes en términos de aprovechamiento energético desde la fuente hasta el consumidor final.
Conocer la diferencia entre estos tres tipos de energía ayuda a evaluar la eficiencia real y la sostenibilidad de cada fuente en el sistema energético, y pone en valor el papel de las energías renovables en la transición hacia un modelo energético más limpio y eficiente.
Fuentes de energía renovables
Las fuentes de energía renovables son aquellas que se regeneran de manera natural y continua, por lo que se consideran inagotables en comparación con los recursos fósiles. Su uso tiene un impacto ambiental significativamente menor, ya que en general no generan emisiones de CO₂ durante su funcionamiento. Estas características hacen de las energías renovables un pilar fundamental en la transición hacia un modelo energético sostenible y bajo en carbono. A continuación, se detallan algunas de las fuentes de energía renovables más importantes.
Energía solar
La energía solar aprovecha la radiación del sol para generar electricidad o calor mediante paneles fotovoltaicos y sistemas de energía solar térmica, respectivamente. Su disponibilidad es prácticamente ilimitada y se utiliza tanto a gran escala en plantas solares como en instalaciones domésticas. La energía solar es una de las renovables con mayor potencial, ya que puede aprovecharse en prácticamente cualquier parte del mundo y es clave en la generación distribuida de energía.
Energía eólica
La energía eólica se obtiene al transformar la fuerza del viento en electricidad mediante aerogeneradores. Este tipo de energía es una de las renovables más maduras y ampliamente adoptadas, especialmente en regiones con vientos fuertes y constantes. La energía eólica ofrece una excelente eficiencia y es especialmente útil en combinación con otras fuentes de energía renovable, como la solar, para asegurar un suministro energético estable. En la actualidad se están empezando a desarrollar parques de eólica marina, los cuales son más costosos y tienen mayores complicaciones pero que generan una energía considerablemente superior.
Energía hidráulica
La energía hidráulica, o hidroeléctrica, se basa en el aprovechamiento de la fuerza del agua en movimiento, como en ríos o embalses, para generar electricidad mediante turbinas. Las grandes plantas hidroeléctricas pueden producir grandes cantidades de energía y, además, permiten el almacenamiento de electricidad a través de sistemas de bombeo. Sin embargo, su impacto ambiental puede ser significativo, especialmente en términos de afectación a ecosistemas acuáticos y terrestres, por lo que su uso debe planificarse cuidadosamente.
Biomasa
La biomasa es una fuente de energía renovable que utiliza materiales orgánicos, como restos agrícolas, residuos forestales o cultivos específicos, para generar energía. La combustión de biomasa puede aprovecharse para producir electricidad o calor y, en algunos casos, para la fabricación de biocombustibles. Un ejemplo común de biomasa es la leña, utilizada en entornos rurales o en sistemas de calefacción específicos. Este material tiene aplicaciones energéticas importantes y su comercialización es relevante en el mercado de energías renovables. Si deseas obtener más información sobre la venta de leña y sus aplicaciones, puedes consultar recursos especializados en el sector.
Energía geotérmica
La energía geotérmica se genera mediante el calor almacenado en el subsuelo terrestre. Este calor puede aprovecharse para generar electricidad en plantas geotérmicas o para aplicaciones directas de calefacción y agua caliente en viviendas e industrias. Aunque su desarrollo está limitado a zonas con actividad geotérmica favorable, como áreas volcánicas, es una fuente de energía muy estable y constante, ideal para complementar otras fuentes renovables.
Estas fuentes de energía renovable no solo ofrecen una alternativa limpia a los combustibles fósiles, sino que también permiten reducir la dependencia de fuentes emisoras de carbono. Su aprovechamiento es clave en los objetivos de sostenibilidad y en la reducción de emisiones, ya que su transformación en energía final es mucho más eficiente y menos contaminante.
Fuentes de energía no renovables
Las fuentes de energía no renovables son aquellas que existen en cantidades limitadas en la naturaleza y no se regeneran a una escala temporal útil para el consumo humano. Esto significa que, una vez agotadas, no pueden reponerse, lo cual plantea importantes desafíos para su sostenibilidad a largo plazo. Además, la mayoría de estas fuentes no renovables, como el carbón, el petróleo y el gas natural, generan emisiones significativas de dióxido de carbono (CO₂) y otros gases contaminantes cuando se queman, contribuyendo al cambio climático y a la degradación ambiental.
Carbón
El carbón es una de las fuentes de energía más antiguas y ampliamente utilizadas en el mundo, especialmente en la generación de electricidad y en la industria siderúrgica. Al ser quemado, libera una gran cantidad de energía, pero también produce altos niveles de CO₂ y otros contaminantes. A pesar de su abundancia, el impacto ambiental del carbón, tanto en su extracción como en su combustión, lo convierte en una de las fuentes de energía con mayor impacto negativo sobre el clima y la calidad del aire.
Petróleo
El petróleo es una fuente de energía no renovable ampliamente utilizada en el transporte, la generación de electricidad y como materia prima en la industria petroquímica para fabricar plásticos y otros productos. La combustión de petróleo produce una elevada cantidad de CO₂, y su extracción y procesamiento tienen un gran impacto ambiental debido a las emisiones de gases contaminantes y al riesgo de derrames. A pesar de su versatilidad y de ser una fuente primaria clave a nivel mundial, su uso masivo plantea serias preocupaciones ambientales.
Gas natural
El gas natural es un combustible fósil que se utiliza principalmente en la generación de electricidad, en la calefacción y como combustible en vehículos. Comparado con el carbón y el petróleo, el gas natural emite menos CO₂ cuando se quema, lo que lo convierte en la opción fósil menos contaminante. Sin embargo, su extracción y transporte pueden liberar metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO₂. A medida que aumenta la demanda de energía, el gas natural se considera una “energía de transición” hacia fuentes más limpias, aunque sigue siendo una fuente finita.
Energía nuclear
Aunque la energía nuclear no es renovable, no genera emisiones de CO₂ durante el proceso de generación de electricidad, lo que la convierte en una opción interesante en el contexto de la reducción de gases de efecto invernadero. Sin embargo, su dependencia de uranio y otros materiales finitos y la generación de residuos nucleares limitan su aceptación en muchos países. No obstante, no se la debe considerar una opción peor, ya que es una fuente no emisora de carbono, como se discutirá en el siguiente apartado.
Las fuentes de energía no renovables, aunque han sido esenciales para el desarrollo industrial y económico, presentan serios problemas de sostenibilidad y emisiones contaminantes. La transición hacia un sistema energético más limpio y sostenible implica reducir la dependencia de estas fuentes y sustituirlas progresivamente por energías renovables que, al no generar CO₂ y estar disponibles de forma ilimitada, ofrecen una alternativa mucho más respetuosa con el medio ambiente.
Fuentes de energía emisoras y no emisoras de CO2
Las fuentes de energía pueden clasificarse según las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) que generan en su uso. Esta clasificación es especialmente importante en el contexto de la lucha contra el cambio climático, ya que el CO₂ es uno de los principales gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global.
Las fuentes emisoras de CO₂ son aquellas que producen dióxido de carbono al ser utilizadas, principalmente mediante procesos de combustión. La mayoría de estas fuentes corresponden a los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas natural, que al quemarse generan grandes cantidades de gases contaminantes. Por ejemplo, el carbón, ampliamente utilizado para la generación de electricidad y en la industria, es una de las fuentes que más CO₂ libera.
El petróleo, empleado sobre todo en transporte y producción industrial, también produce elevadas emisiones de CO₂ y otros contaminantes. Por último, el gas natural, si bien emite menos CO₂ que el carbón o el petróleo, sigue generando una cantidad significativa de emisiones, además de fugas de metano durante su extracción y transporte, un gas de efecto invernadero aún más potente que el CO₂.
Por otro lado, las fuentes de energía no emisoras de CO₂ generan energía sin producir dióxido de carbono en su uso. Estas incluyen tanto energías renovables como la energía nuclear. La energía solar, por ejemplo, aprovecha la radiación solar para producir electricidad o calor sin emitir CO₂, lo que la convierte en una de las renovables con mayor potencial y disponibilidad global.
Por otro lado, la energía eólica convierte la energía del viento en electricidad sin emisiones, y es ampliamente utilizada en zonas con recursos eólicos favorables. La energía hidroeléctrica utiliza la energía cinética del agua sin generar CO₂, aunque su impacto ambiental en términos de alteración de ecosistemas puede ser considerable.
En el caso de la biomasa, aunque su combustión emite CO₂, se considera neutral en carbono, ya que el CO₂ emitido es el que previamente absorbieron las plantas durante su crecimiento. Finalmente, la energía nuclear, aunque no es renovable, no produce CO₂ en el proceso de generación eléctrica, lo que la convierte en una alternativa importante en la reducción de emisiones.
El uso de fuentes de energía no emisoras de CO₂ es fundamental para reducir las emisiones globales y combatir los efectos del cambio climático. Estas fuentes permiten generar energía de forma más limpia y sostenible, promoviendo una transición energética que reduce la dependencia de los combustibles fósiles y las emisiones asociadas.
La inversión en tecnologías renovables y nucleares es clave para alcanzar los objetivos de descarbonización, como los establecidos por el Acuerdo de París, y para asegurar un modelo energético más respetuoso con el medio ambiente.
Fuentes de energía alternativas y emergentes
Las fuentes de energía alternativas y emergentes abarcan tecnologías innovadoras que buscan diversificar el sistema energético y reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Aunque muchas de estas tecnologías aún se encuentran en fase de desarrollo, su potencial para contribuir a un sistema energético sostenible es considerable, y podrían complementar a las energías renovables tradicionales.
Una de las opciones más prometedoras es el hidrógeno verde, producido mediante electrólisis del agua usando electricidad renovable, como la solar o eólica. Este proceso genera hidrógeno sin emisiones de CO₂, lo que lo convierte en un recurso clave para descarbonizar sectores de difícil electrificación, como el transporte pesado y la industria. Aunque los costes actuales son elevados, se espera que los avances en tecnología y la economía de escala permitan reducirlos en el futuro.
Los e-fuels o combustibles sintéticos representan otra alternativa emergente. Se producen mediante la combinación de hidrógeno verde con CO₂ capturado, generando un combustible líquido que puede usarse en motores de combustión convencionales. Los e-fuels tienen un potencial importante en sectores como la aviación y el transporte marítimo, donde la electrificación enfrenta limitaciones. Al ser producidos de manera neutra en carbono, los e-fuels ofrecen una alternativa limpia a los combustibles fósiles tradicionales.
La energía maremotriz y la energía undimotriz son otras fuentes emergentes que aprovechan la energía de los océanos. La maremotriz utiliza el movimiento de las mareas para generar electricidad, mientras que la undimotriz aprovecha la energía de las olas. Ambas fuentes son previsibles y constantes, lo que las hace ideales para complementar otras energías renovables intermitentes. Sin embargo, el desarrollo de tecnologías para su aprovechamiento enfrenta desafíos técnicos y ambientales, y su despliegue a gran escala es aún limitado. No obstante, los océanos representan una fuente de energía de gran potencial que podría contribuir significativamente a la matriz energética en el futuro.
La energía de fusión nuclear también es una tecnología en investigación que promete grandes beneficios a largo plazo. A diferencia de la fisión nuclear tradicional, la fusión tiene el potencial de generar cantidades masivas de energía con muy pocos residuos y sin emisiones de carbono. Aunque los retos tecnológicos son considerables y su desarrollo comercial podría tardar décadas, proyectos como el ITER en Francia están investigando cómo hacer de la fusión una realidad viable.
Por último, las tecnologías de almacenamiento de energía, como las baterías de flujo y los sistemas de almacenamiento térmico o el almacenamiento por gravedad, están siendo desarrolladas para optimizar el uso de electricidad renovable. Estos sistemas permiten almacenar energía producida durante momentos de baja demanda o alta generación renovable y liberarla cuando sea necesario, ayudando a equilibrar la red eléctrica y mejorar la integración de fuentes como la solar y eólica.
A medida que estas tecnologías emergentes sigan evolucionando y recibiendo inversión, es probable que desempeñen un papel cada vez más importante en la transición hacia un sistema energético limpio y estable. Aunque muchas de ellas aún enfrentan desafíos técnicos y de coste, su desarrollo es esencial para alcanzar los objetivos de sostenibilidad y mitigar los efectos del cambio climático.
Fuentes de energía en la industria y la vida cotidiana
Las fuentes de energía desempeñan un papel esencial tanto en la industria como en la vida cotidiana, impulsando la economía y sosteniendo el bienestar de la sociedad. La combinación de fuentes de energía renovables y no renovables permite satisfacer las diversas necesidades energéticas en cada sector, aunque el impacto ambiental y la sostenibilidad de estas fuentes han llevado a un impulso significativo de las renovables en los últimos años.
En la industria, el uso de energía es clave para procesos de fabricación, transporte, calefacción y generación de electricidad. Sectores como el siderúrgico, cementero y químico, que requieren grandes cantidades de energía, tradicionalmente han dependido de combustibles fósiles como el carbón, el gas natural y el petróleo.
Sin embargo, la industria está cada vez más orientada a incorporar fuentes renovables y limpias en sus operaciones para reducir las emisiones de carbono y los costes de operación a largo plazo. Una tendencia creciente en este sentido es el autoconsumo industrial, que permite a las empresas generar su propia energía mediante instalaciones solares fotovoltaicas u otras fuentes renovables.
Con el autoconsumo, las empresas no solo reducen su dependencia de la red eléctrica y optimizan sus costes energéticos, sino que también disminuyen su huella de carbono, contribuyendo a sus objetivos de sostenibilidad y eficiencia.
En la vida cotidiana, las fuentes de energía se encuentran en todos los aspectos de nuestras actividades diarias. La electricidad, que llega a través de la red y que se genera a partir de una mezcla de fuentes renovables y no renovables, es esencial en los hogares para alimentar electrodomésticos, iluminar espacios y proporcionar confort térmico.
En zonas residenciales y comerciales, el gas natural se utiliza ampliamente para calefacción y cocción, mientras que en áreas rurales, la biomasa, como la leña y los pellets, sigue siendo una fuente energética importante para la calefacción. En cuanto a la movilidad, el petróleo sigue siendo predominante, ya que los derivados como la gasolina y el diésel alimentan la mayoría de los vehículos.
Sin embargo, el aumento en la adopción de vehículos eléctricos y de combustibles alternativos como los e-fuels y el hidrógeno refleja una tendencia hacia una movilidad más limpia y sostenible en la vida diaria.
Las energías renovables también están adquiriendo un papel cada vez más importante en los hogares y las comunidades. La instalación de paneles solares fotovoltaicos en residencias y edificios permite a los consumidores generar su propia electricidad, reducir su dependencia de la red y contribuir a un modelo de consumo más limpio.
Los avances en sistemas de almacenamiento energético, como las baterías domésticas, están ayudando a optimizar el uso de estas energías renovables, permitiendo a los hogares almacenar el exceso de energía producida y utilizarla cuando la demanda es mayor.
La diversidad de fuentes de energía disponibles y su integración en nuestras actividades cotidianas y en la industria reflejan la importancia de un sistema energético equilibrado y sostenible. El impulso hacia una transición energética con mayor participación de fuentes limpias y renovables permite no solo reducir las emisiones y proteger el medio ambiente, sino también asegurar un suministro energético confiable y accesible en el día a día.
Retos y perspectivas del futuro energético
El sistema energético global se enfrenta a una transformación sin precedentes, impulsada por la necesidad urgente de reducir las emisiones de carbono y mitigar los efectos del cambio climático. A medida que aumenta la demanda de energía y que se intensifican los objetivos de sostenibilidad, el futuro energético plantea tanto oportunidades como desafíos.
Uno de los principales retos es la transición hacia un modelo de generación energética basado en fuentes renovables. Aunque la energía solar y eólica han experimentado un crecimiento notable en las últimas décadas, su naturaleza intermitente sigue siendo un obstáculo para asegurar un suministro continuo y fiable.
Resolver esta intermitencia requiere inversiones significativas en tecnologías de almacenamiento energético, como las baterías de larga duración y los sistemas de almacenamiento térmico, que permitirían almacenar el excedente de energía renovable y liberarlo en momentos de alta demanda. También es importante desarrollar infraestructuras de red capaces de integrar eficazmente esta energía y distribuirla de manera eficiente.
La descarbonización de sectores de alta demanda energética, como el transporte pesado, la industria y la calefacción, presenta otro desafío clave. En estos sectores, donde la electrificación directa no siempre es viable, se están explorando tecnologías alternativas como el hidrógeno verde y los e-fuels, que tienen el potencial de sustituir a los combustibles fósiles.
Sin embargo, para que estas tecnologías se integren plenamente, es necesario reducir sus costes mediante mejoras tecnológicas y la economía de escala, además de contar con políticas que fomenten su adopción en los próximos años.
A nivel global, otro reto crucial es la asequibilidad y accesibilidad de la energía. A medida que aumenta la dependencia de las energías renovables y se desarrollan infraestructuras sostenibles, el coste inicial puede ser elevado, y muchos países en desarrollo podrían encontrar difícil financiar la transición sin apoyo internacional.
Para asegurar una transición justa, es fundamental que los gobiernos y organismos internacionales trabajen juntos para desarrollar modelos de financiación inclusivos y políticas de apoyo que permitan un acceso equitativo a la energía limpia en todo el mundo.
La innovación en tecnologías emergentes también es un elemento clave de las perspectivas del futuro energético. Tecnologías como la fusión nuclear, aunque aún se encuentran en fase de investigación, podrían representar una fuente de energía limpia, estable y de bajo impacto ambiental en el largo plazo. Asimismo, la inteligencia artificial y la digitalización desempeñarán un papel fundamental en la gestión y optimización del consumo energético, permitiendo un uso más eficiente de los recursos.
En cuanto a las políticas y regulaciones, el futuro energético dependerá en gran medida de un marco regulatorio que apoye la transición hacia energías limpias y promueva la eficiencia energética. Los gobiernos tienen la responsabilidad de establecer políticas que incentiven la inversión en energías renovables, promuevan la electrificación de sectores clave y fomenten la innovación en tecnologías de almacenamiento y generación limpia. Al mismo tiempo, las regulaciones deberán asegurar que las nuevas tecnologías cumplan con altos estándares de sostenibilidad y seguridad.
En conclusión, el futuro energético requiere superar retos complejos para alcanzar un modelo energético sostenible, inclusivo y resiliente. La transición hacia fuentes limpias, el desarrollo de infraestructuras adecuadas y el impulso de la innovación serán fundamentales para cumplir los objetivos climáticos y garantizar un suministro de energía que respalde el crecimiento económico y el bienestar social en todo el mundo.
Fuentes
- Qué es la energía renovable – Iberdrola
- Tipos de energía – Wikipedia
- La transición energética y el papel de las renovables – Agencia Internacional de Energía (IEA)
- Retos del futuro energético y descarbonización – Xataka
- Energías alternativas y su impacto en la sostenibilidad – National Geographic